Dos de la tarde. Después de una mañana estresante con siete horas de clase y dos amagos de poner exámenes en fechas extrañas Peibol y yo comemos apuradamente un bocata dándole el último repaso al examen de las cuatro (primer examen en Viena y por lo tanto los dos haciéndonos caquita en los pantalones). A nuestra derecha vemos que un chico tiene los mismos apuntes que nosotros, le preguntamos y nos dice que sí, que tiene el mismo examen. Seguimos estudiando y al cabo de veinte minutos un amigo viene a buscarlo, nos desean suerte y se van los dos a otra mesa a hablar tranquilamente.
Peibol - “Oye Bego, esos dos están hablando de lo más tranquilos”
Bego - “Lo tendrán muy bien estudiado”
Peibol - “Qué dices! ¿ No has visto el taco de chuletas que le trajo el amigo?”
Me decido entonces a girar la vista disimuladamente y me encuentro con un fajo de chuletas de dos centímetros de ancho, es decir, unas cincuenta hojas cada una con cuatro diapositivas impresas en miniatura. Después de flipar un poco ante semejante chuleta seguimos repasando.
Llegan las cuatro y el examen se supone que empieza a las cuatro y diez. Decidimos llegar un poco antes a la clase designada no vaya a ser que aquí les dé por seguir un ritual extraño antes de cada examen, quien sabe, a lo mejor comerse una salchicha grasienta todos juntos o cantarle una canción al profesor (otra cosa me extrañaría más). Llegamos pues a la clase en cuestión diez minutos antes de la hora y nos encontramos a todos los alumnos ya sentados cada uno en donde le dá la gana. Nos buscamos un par de sitios hacia el fondo y sacamos un boli, hasta ahí más o menos todo normal (sin contar con que los alumnos esperan al profe ya sentados dentro de la clase).
En ese momento, ya sentados en clase y con el boli listo para empezar, fue cuando empezó mi mirada sucia. Resulta que mirara a donde mirara veía chuletas por todas partes. El chico que estaba a mi lado (un vigallón de más de treinta años) comprimía sus chuletas en una cajetilla de tabaco. Uno de los de delante cubría la palma de su mano con un porrón de términos extraños. Más adelante, dos que estaban sentados muy juntos organizaban unos folios con las transparencias en miniatura, osea, en plan chuleta normal pero sin recortar...total, ¿Para qué?. Mirara a donde mirara me encontraba con alumnos organizando sus apuntes en miniatura...quién sabe, igual no eran chuletas y aquí les mola lo de dejarse la vista al estudiar.
En plena orgía de chuletas llegó el profe y todos siguieron a lo suyo (eso sí, más disimuladamente) mientras el profe soltaba el típico rollo de “no os olvidéis de poner el nombre”, “quiero respuestas precisas”, “leer las perguntas bien antes de responder”… que no es por nada pero en alemán suena mucho más importante. Dicho esto, empezó a repartir los folios y ya dejé de ver chuletas por todas partes y me concentré en lo que tenía que hacer.
Ahora estoy esperando a que salga Peibol y mientras veo como van saliendo nuestros compañeros guardando las chuletas en el bolsillo todos sonrientes, un cachondeo vamos.
Y a mi que me daba miedo haberme anotado unas cuantas palabritas en la palabra “chuleta” del diccionario español-inglés que nos dejaron llevar...
Por cierto, que en Viena son muy pijos y muy raritos, pero los coches de policía no suenan como la primavera de Vivaldi, unos mínimos! Son más bien como un ruidito cojonero pesadito en plan tiruriru tiruriru tiruriru.
Y como estamos en época de estudio os dejo una nueva encuesta relativa a los exámenes, y hasta más ver!