martes, 2 de marzo de 2010

En alguna calle de Budapest...

...de cuyo nombre no quiero acordarme, vive un señor ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco. Nunca ha tenido un trabajo fijo, sino que siempre ha ido rondando de aquí para allá: hoy arreglando bisagras, mañana cortando el césped y así, poco a poco, viendo pasar su vida.

Ya es viejo y no tiene familia, sus padres siempre vivieron lejos y nunca supo mucho de ellos. Además ninguna mujer ha aguantado a su lado el tiempo suficiente como para proponerle cosas serias. Aún así, a pesar de su condición de solitario es feliz con sus quehaceres diarios y nada le impide sonreír cada vez que un pájaro le observa curioso desde la ventana.

Es un tipo extraño, al que siempre le ha gustado jugar con su imagen reflejada en los charcos de las aceras. Nunca pierde la media sonrisa del que ríe por dentro, ni la mirada perdida del que sueña despierto. Por las noches, cuando la soledad le hace compañía, le gusta pintar cuadros, intentando llenar de color el lienzo de sus sueños para ser siempre el pintor de su vida. Así, con sus pinturas llenas de colores, intenta no dejarse llevar por las corrientes, luchando por sus ideas sin conocer lo imposible; creyendo en la fuerza de la razón y no en la razón de la fuerza, para seguir siendo, siempre a su manera, un hombre libre.

Pero llega un día en que el pincel se le queda sin ideas, y los colores antaño vivos mueren dejando a su paso un rastro de pintura, sin juntarse nunca más para dar forma a sueños imposibles. Es consciente entonces nuestro hombre de que ha llegado su hora, y sin dejar que le tiemble el pulso, firma su último cuadro.

(...)

Cuando los vecinos entran en el apartamento descubren el cadáver aún con el pincel en la mano. “Al final el viejo murió solo”, piensan, y tras avisar a la policía deciden sacar sus trastos a la calle, como es costumbre, abandonándolos a la espera de que algún transeúnte se interese por ellos.

Poco a poco, la gente que pasa va recogiendo sillas de madera,viejas pinturas y demás objetos. El montón se va reduciendo hasta que solo queda un cuadro. El cuadro. Su último cuadro

Ese mismo cuadro que hace unos días nos encontramos bajo la lluvia, apoyado en una farola, en alguna calle perdida de Budapest.

Ahora decora nuestra cocina, y a pesar de su escasa belleza, nos sirve para tener algo en la pared y también para inventar historias, como por ejemplo ésta: la historia de un cuadro feo que nunca pudo soñar con un final feliz.



4 comentarios:

  1. esto que es???? para cuando las desventuras del viaje por europa del este?????

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  2. Pues éso de dos arbolitos plantados como en una nube amarilla......no está mal. Así te da para fabular.

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  3. Bonita historia. Oye, que el cuadro no está mal eh!

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Una cosa te voi dicir: