Manos a la obra

Por fin llegó el momento de reformar la cocina. Bueno, igual lo de “reformar” queda un poco pretencioso pero la verdad es que después del día de hoy nuestra cocina se ha revalorizado.

Hace ya algunas semanas os había comentado el problema del iceberg que de manera natural se había formado en el interior de nuestra nevera. Pues resulta que el pobre continuó creciendo hasta que prácticamente consumió un bote de mayonesa que ya no se podía ni menear. El caso es que llegó un momento en que la convivencia con dicho iceberg se hizo ligeramente incómoda, y el consejo de ancianos -formado por Peibol y la menda- decidió acabar con el.

Colocamos pues un cartel hace un par de días avisando al resto de los vecinos de que antes de esta mañana debían sacar sus cosas de la nevera para proceder así a su descongelamiento, y como era de esperar no nos hizo caso ni el Tato - Bueno, la paqui sí pero sólo porque tiene nevera privada en su habitación y entonces lo tenía fácil- De todas formas el desinterés general en descongelar la nevera no truncó nuestros objetivos, puesto que estamos en Viena y todavía es invierno, lo cual quiere decir que puedes dejar las cosas de nevera en la repisa de la ventana durante 24 horas sin que ocurra nada extraño.

Así pues, diez horas después de apagar la nevera el iceberg se dio por vencido y recuperamos nuestro espacio. Nos dimos cuenta en ese momento de que igual también era buena idea darle una pasadita a las capas de mierda asquerosa suciedad de las diferentes repisas, que por cierto debían llevar años sin que nadie las molestase. Una hora después volvimos a llenar la nevera y en la siguiente foto se puede apreciar el resultado. Y no, esto no es la Teletienda, aquí no hay ni trampa ni cartón. Si la foto brilla es porque la nevera brilla!

Eso sí. Como estaba segura de que aquí no se iba a dar cuenta del cambio ni Harry, me curré un cartel en plan paz y amor para avisar a nuestros compis de cocina de que habíamos ejercido de buenos pringaos limpiando la nevera.

Además de la nevera también tengo que mencionar una importante reforma que el equipo de “Peibol gotera y Otilia” ha realizado. Resulta que un antiguo vecino dejó hace meses (o años) dos altavoces tochos en la cocina que nadie sabía si funcionaban o dejaban de funcionar. Como lo de tener música cuando friegas no está del todo mal decidimos pasarnos por una tienda de electrónica -como se nota que estamos prácticamente de vacaciones- y comprar un cable para adaptar los cablecillos sueltos de los altavoces a un mp3/i-pod cualquiera. Llegados a este punto tengo que confesar que siempre mantuve que la idea no iba a funcionar, pero no fue así. Tras un apaño a base de cables y celo tenemos un auténtico equipo de sonido en la cocina que dejó hasta a la paquistaní flipando.

Aparte de estos apaños hubo algunos intentos más de modernizar la cocina, pero no acabaron de cuajar. Por ejemplo un día me encontré tiradas por la resi unas luces en plan semáforo que nadie sabe muy bien para qué sirven. El caso es que las coloqué en una esquina de la cocina y poco a poco nos hemos ido acostumbrando a ellas, así que ahí están. No ocurrió lo mismo con lo que hemos denominado el extraño caso del póster del Che. Resulta que en el mismo sitio de las luces me encontré también una fotografía tamaño gigante -o sea, un póster- del Che Guevara. Como las paredes de la cocina estaban muy vacías y la foto mola un cacho decidimos colgarla...pero parece ser que no gustó del todo entre el vecindario, ya que al día siguiente el póster apareció doblado debajo de la mesa. Pero bueno, por lo menos no lo arrugaron y ahora está en mi habitación.

Y esto es todo, si a alguien se le ocurre alguna idea más para darle un toque moderno a la cocina ya sabéis, se admiten ideas!