Caminante no hay camino

A la vista de las posibles opciones de la encuesta de estos días supongo que ya muchos habréis averiguado que nuestro último viaje no fue lo que se dice un camino de rosas. De todas formas, como podéis suponer estamos todas/o vivas y ahora sí (desde el calorcito de mi habitación) tengo muchas cositas para contar.

Para darle un poco más de emoción a la cosa comenzaré enseñandoos unas cuantas foticos y contando cosas que (extrañamente) NO salieron mal.

Empezamos el periplo europeo pasando una pesada noche en el aeropuerto de Bérgamo, donde las señoras de la limpieza del turno de noche te hacen la espera cuando menos más entretenida -”Signoreeee, livanta las pierninis que tiengo que limpiare li suoooloooooo!!!!!”. Visitamos por lo tanto al día siguiente Bérgamo un poco amodorrados, pero el sol y las bonitas vistas merecieron la pena.

Dejamos atrás la soleada Italia de cara al este de Europa, donde en Sofía nos encontramos con una fría ciudad post-comunista (sinónimo de gris según me voy dando cuenta) llena de nieve y baches en las aceras. Es una ciudad que no tiene nada para ver excepto la catedral y un par de cositas más, pero aún así nos gustó mucho.

Pasear por sus calles fue siempre una entretenida odisea (hundiendo los pies en la nieve y esquivando vendedores ambulantes) y el hostel resultó ser un centro de reunión donde encontramos gente de todo tipo. Se trata de una casa antigua remodelada situada en pleno centro de la ciudad. Su mayor atracción es el hecho de que a las siete de la tarde hay pasta gratis y cerveza para todos los viajeros, lo que facilita sobremanera la tarea de conocer gente nueva.

En Sofía recibimos a Tanya (ver entrada anterior), que nada más llegar pudo comprobar que no bromeábamos cuando hablábamos de las altas posibilidades de sufrir congelaciones en estos países del centro/este de Europa.

Compensamos pues el frió con el calor de los nuevos amigos -toma metáfora- y gracias al buen ambiente del hostel nuestra percepción de la ciudad mejoró mucho.

Después de Sofía le tocó el turno a Estambul, ciudad que todas/o teníamos muchas ganas de conocer. Por algunos imprevistos que os comentaré en entradas posteriores no todo fue como esperábamos pero aún así comimos kebabs a dolor y vimos cosas muy bonitas y nuevas para nosotros.

El hostel de Estambul (el último en el que nos quedamos) estaba regentado por unos turcos que estaban muy aburridos ya que éramos prácticamente sus únicos clientes. Por ello nos invitaron más de una vez a “pipas de agua” y nos daban palique en las horas de más frío cuando era imposible salir a pasear. Porque sí, en Estambul puede hacer muuuucho frío, y hasta nevó!

También nos quedó tiempo para visitar el Gran Bazar, sitio turístico por excelencia  donde los vendedores nos confundían con vascos y lo que más escuchaba Peibol era:

Vendedor: -”Hola, eres Charlie?!”

Peibol: - “Como?”

Vendedor: - “Es que como vas a compañado de tres ángeles...”

Aún así, Charlie/Peibol se encargó de cuidarnos y a pesar de las tentaciones no nos vendió a ninguna por 200 camellos (ni nosotras a él tampoco).

En Estambul aprovechamos también para pisar Asia por primera vez y alguna cosa más, pero como tengo que dejar algo para futuras entradas os dejo con la foto artística del viaje y hasta más ver.